Tras el despliegue de buques estadounidenses en el Caribe, el gobierno de Nicolás Maduro impulsó la formación de milicias civiles para "defender" Venezuela. Sin embargo, los centros de reclutamiento registraron participación mínima, compuesta principalmente por funcionarios públicos y empleados obligados por presiones laborales.
Testimonios citados por el Financial Times revelan escepticismo: un empleado municipal describió el proceso como "una formalidad para no perder el trabajo", mientras otro afirmó: "Si estalla un conflicto, no voy a pelear".
Desafíos en la movilización
A pesar de cifras oficiales que hablan de millones de milicianos, las maniobras en La Orchila y simulacros con fusiles descargados y cursos breves muestran limitaciones prácticas. La adhesión parece más obligatoria que voluntaria, con entornos de reclutamiento que priorizan discursos preparados sobre compromiso real.
Expertos destacan que esta respuesta refleja erosión en la base social del régimen, dependiente de la lealtad militar. La oposición ve en ello una señal de vulnerabilidad interna.
Contexto geopolítico
La convocatoria responde a tensiones regionales, pero ha generado burlas y desconfianza, ampliando la brecha entre propaganda oficial y realidad social en Venezuela.
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