"Mi hija, ahí se va parte de mi vida": Milagros Díaz ante el cadáver de Gissel

Vida
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Por Robert Vargas
Fuente: Ciudadoriental.com

Municipio de Guerra.- Cuando ya el ataud estaba a punto de ser depositado en lo más profundo de la fosa, Milagros Díaz tomó dos rosas blanca entre sus manos y las apretó. Besó una de ellas y, con voz entrecortada, dijo muy queda:

-"Mi hija, ahí se va parte de mi vida".

A seguidas, depositó las dos rosas sobre el ataud, cerró los ojos y giró hacia la izquierda hacia Jhanel Ferreras, el amigo de la familia que la consolaba. A la derecha estaba el diputado Domingo Páez, que cuidaba de uno de los hijos de Gissel Odalis Reyes Díaz, a quien jamás vería.

Fue el final del peor de los días de Milagros y el resto de sus hijas.

Desde el domingo en la noche, cuando Gissel fue brutalmente asesinada de un balazo por el sargento Augusto Luciano Familia, Milagros mostró ante todos una entereza inigualable.

Recibía a todos, a vecinos, investigadores policiales, fiscales, amigos, parientes...a todos.

Les narraba una y otra vez los últimos momentos antes y después del tiroteo allá, en un recodo en penumbra de la urbanización Eugenio María de Hostos donde Gissel fue asesinada.

Por momento, hasta "sonreía".

-"Robert, nos quitaron a Gissel", me dijo aquella noche. Despues, nos abrazamos. Fuerte, muy fuerte.

Nos fuimos hasta una de las aposentos de la vivienda y me contó todo lo que recordaba. Sin llorar. Así lo hizo con muchas personas más.

Ayer, sin embargo, cuando llegó la hora de partir hacia el cementerio desde la funeraria Blandino, en la avenida Sabana Larga, ya no pudo más.

Ese volcán de sentimientos que estaba en erupción en su interior brotó. Ya no pudo contenerlo más. Sus amigos la consolaban y la llevaron caminando hasta el vehículo que le serviría de escolta al carro fúnebre.

Antes de salir del perímetro de la funeraria, su vehículo se detuvo y yo me acerqué hasta la ventanilla, donde ella estaba.

Bajó el vidrio. Me miró a los ojos y me dijo...

-"Robert...yo quiero llorar, yo quiero llorar".

Le posé mi mano derecha sobre su mejilla izquierda y la animé...

-"Hazlo Milagros, llora cuanto quieras, no contengas tus lágrimas. Llora".

Lloró a raudales.

-"Robert, se me fue Gissel, ya no la veré más", decía, mientras seguía llorando.

Por primera vez la vi desplomarse ante lo definitivo.

A Gissel, hace 33 años, la parió con dolor, la vio crecer, la educó y la convirtió en una mujer de bien.

Hoy, su alma está partida en mil pedazos. No se supone que los padres entierren a sus hijos.
Gissel se descuidó

Un día, en medio del fragor de la política, recibí una llamada desde un número telefónico que no conocía. Respondí.

Del otro lado era la voz de Gissel. Me comentó que era la hija de Milagros Díaz, quien en ese momento era regidora del Ayuntamiento Santo Domingo Este.

-"Yo creo que Usted debe cuidarse", me comentó.

La noche del domingo, ella se descuidó.
No sabía que andaba con la muerte a su lado.

La señora de la oscuridad estaba disfrazada de policía. Un policía frío, calculador.
Tanto que durante más de un mes le dijo a Gissel que él era estudiante de la carrera de Derecho.
Ayer, una hermana del sub oficial, le dijo a los periodistas que Luciano es "estudiante de contabilidad".

Si no era estudiante de Derecho, ¿Porqué le decía eso a Gissel?

Esta no era una mujer cualquiera. Era una fiscal adjunta de un lugar tan peligroso como Monte Plata, donde han sido denunciadas cosas horribles, incluso, en el Ministerio Público.

Gissel solicitó ser trasladada de ese lugar. Lo consiguió. Poco después le llegó la muerte. ¿?
Una tarde gris y lluviosa

Durante toda la mañana de ayer, el sol estaba radiante. El sepelio sería a las 4.00 pm. A esa hora partió el cortejo, rumbo al cementerio de Guerra.

A la vanguardia, iba una unidad patrullera de la Policía con sus centellas encendidas.
Detrás el carro fúnebre y en tercer lugar Milagros con sus restantes tres hijas.

La primera, ya cadáver, iba dentro del carro fúnebre cubierto de flores.

En el horizonte, allá a lo lejos, densos nubarrones comenzaban a formarse en el cielo.

De repente, se produjo un cambio en el rumbo del cortejo y, al llegar a la intersección de la carretera Mella y la Charles de Gaulle, tomó rumbo hacia el norte, hasta llegar al Palacio de Justicia de la provincia Santo Domingo.

A las puertas del local estaban todos los fiscales adjuntos. A la cabeza de todos, el Procurador Fiscal Perfecto Acosta.

En las ventanas frontales del edificio todos los empleados se agolpaban para ver lo que ocurría.
Las actividades de todas las oficinas, de todos los tribunales, se paralizaron.

Incluso, se paralizó la corte en la que al sargento Luciano le era conocida una medida de coerción.
Luciano lucía tranquilo, extremadamente tranquilo. Aunque le dijo a los periodistas que temía por su vida.
¿Porqué teme? ¿A qué le teme?
¿A los supuestos atracadores que, según él, mataron a Gissel, y contra los cuales él habría hecho 13 disparos sin alcanzar a ninguno, con dos pizzas en las manos que no se desparramaron?
Mucha gente especula que él se metió en la vida de la magistrada para cumplir "un encargo", "una vuelta".

Si esto fuera cierto, ¿Le temería a quienes, supuestamente, pudieron haber auspciiado "la vuelta"?

Luciano puede estar tranquilo porque el tribunal lo envió a cumplir tres meses de prisión preventiva en la cárcel para alistados de Manoguayabo.
O sea que, si alguien lo mata, será un policía, como él, porqué él estará rodeado de policías.
¿O es que Luciano no confía en la Policía?

Al frente del edificio, mientras tanto, el fiscal Perfecto Acosta le decía que a Milagros que
-"Esta investigación apenas inicia. Hay que actuar sin prejuicios".

Acosta sabía lo que decía y porqué lo decía.

¿Fue Gissel víctima de una conspiración? ¿Fue víctima de un sanjuanero despechado que tiene tres hijos con tres mujeres distintas? Quien sabe.

Hasta ahora lo único cierto es que Gissel está muerta; que la mató una bala disparada con la pistola del sargento Luciano, el policía que se hacía pasar por "estudiante de derecho" para lograr que la fiscal adjunta "le explicara algunos temas".

La ruta final

Cuando concluyó el tributo al cadáver de Gissel frente a la Fiscalía de Santo Domingo, el cortejo continuó rumbo al cementerio. De inmediato comenzaron a caer algunas gotas de agua desde el cielo que ya estaba más oscuro.

En el camino, la lluvia se tornó torrencial y, al llegar al cementerio, en Guerra, la lluvia disminuyó casi por completo, hasta que el cadáver fue colocado en el fondo de la tumba, de más de siete pies de profundidad.

Todos, parientes, amigos, se arremolinaron en torno al cadáver. Los cuatro hijos de Gissel, inocentes, no alcanzaban a comprender la magnitud de lo que ocurría.

Milagros, la abuela, apretaba a uno de los niños. Ella lloraba. Con la mirada perdida. A veces daba la sensación de que quería penetrar con su mirada el ataud para ver a su Gissel. En ese momento daba la sensación de que quería cambiar su vida por la de su hija.

Momento de sentimiento aplastante. Dos vecinas dijeron cuanto quería a Gissel, una de ellas habló casi con rabia del hecho y mencionó que la urbanización Eugenio María de Hostos "está de luto".

Esa es la urbanización de "Los maestros". Milagros es maestra. Gissel, fue hija de una maestra.

Jhanel Ferreras, habló de su amistad con Gissel y el diputado Domingo Páez dio las gracias a todo el país, a nombre de la familia, por la solidaridad expresada.

Detrás, muy discreta, estaba sentada la senadora Cristina Lizardo y a la derecha y la izquierda, los concejales Winston Báez y Ricardo López y la ex regidora Minerva Ortega. Nadie más por el Ayuntamiento de Santo Domingo Este.

El coronel Ludwig Suardí, comandante del Departamento Santo Domingo Oriental de la PN, y una amplia comitiva de la Policía, estuvieron presentes.

Cuando el cadáver fue depositado en lo más profundo de la fosa, un torrencial aguacero se desplomó sobre toda la zona. De repente oscureció.

Una carpa verde protegía la tumba de que no le callera ni una sola gota de agua.

Así se despedía Gissel de quienes fueron a acompañarle.
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